Esta ciudad francesa bañada por un Mediterráneo de azul intenso tiene unos carnavales que se remontan al menos al 1294, cuando los cita en una carta el Conde de Provenza. Hasta 1872 la gente se disfrazaba independientemente y salía a la calle a hacer cosas como tirarse confeti, harina y huevos.
Pero en 1873 estos franceses deciden organizarse y centrarse en un espectáculo de carrozas singulares que desfilarían por el centro de la ciudad, mientras la fiesta continuaría luego en los barrios, donde carrozas más modestas pero terriblemente creativas aderezaban una fiesta que no se paraba.
Los materiales e instrumentos modernos han añadido sorprendente movimiento a las figuras y cabezudos articulados de las carrozas. La “Batalla de flores”, recuerdo de cuando se las tiraban, es hoy una exhibición de carrozas multicolores que anuncia la primavera.
Como se lo curran tanto decidieron cobrar por ver los desfiles, sea en tribuna o de pie, y solo los del primer día son gratuitos. Eso sí, si vas disfrazado puedes librarte del pago, de modo que como siempre, lo mejor es formar parte de la fiesta.
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