Esta semana hablaba con la madre de unos acampados de este verano, que fue también monitora de campamentos, y me contaba lo que le apetecía que sus hijos viviesen la magia de algunos momentos que ella recordaba, especialmente el del fuego de campamento.
Es cierto que, ante la falta de luz solar, todos nuestros sentidos se agudizan, y en ese estado de alerta, sensaciones y emociones sencillas se convierten a menudo en recuerdos imborrables: sentarse en torno a un fuego, escuchar unas palabras o una canción, mirar las estrellas, incluso descubrir el poder iluminador de nuestra pequeña linterna.
El contraste nocturno juega entonces a favor de las actividades de la noche y desde un sencillo escondite a una divertida verbena todo se vuelve más excitante.
La noche volverá a ser protagonista en el campamento dentro ya de muy pocos días, y a los momentos y los juegos tradicionales se unirán esta vez los festejos carnavalescos, que con toda su fuerza y creatividad cerrarán días de concienzuda preparación para mayor algarabía de los habitantes del Nhorte.
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