Retirado Osiris al Duat, el inframundo, Seth pasó a gobernar el mundo luminoso. Sin embargo Horus, aquel hijo que Isis tuvo con Osiris en el último momento, alcanzó un día la edad de reclamar un gobierno que le pertenecía por la vía hereditaria.
Se inicia entonces una confrontación que durará más de 80 años y en la que se vieron involucrados todos los dioses y diosas como jueces. Seth era de todos el más fuerte y sus seguidores apreciaban además su madurez y experiencia; el argumento de Horus era su derecho legítimo y su mayor defensora era su madre Isis.
Seht retará a su sobrino en distintas pruebas, como bucear durante tres meses convertidos en hipopótamos o navegar en un barco hecho de piedra, de las que Horus iba saliendo triunfador. Pero Seth reclamaba insistente su soberanía comprometiendo a los dioses y usando artimañas, contestadas también con trampas y recursos mágicos cuando era preciso.
Finalmente se consultó al mismísimo Osiris, quien amenazó a todos con abrir las puertas de su fantasmal mundo y liberar por doquier a sus desalmados habitantes, ante lo cual todas las divinidades consintieron que Horus ciñese la blanca corona y ocupase el trono de su padre.
La historia concluye además con Isis felicísima y Seht ascendido al cielo, donde sentado junto a Ra envía de vez en cuando rayos y tormentas con los que alivia su enfado.
*Fuente: Joyce Tyldesley: Mitos y leyendas del Egipto antiguo.
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