"Estos son los planes que tengo para los próximos 200 años", me dijo en una de nuestras últimas visitas a su isla de Córcega. "La vida es corta, hay que intentar divertirse todo lo que uno pueda. Yo me he divertido toda mi vida", me había confesado otra vez.
Para Jean Paul Vincensini divertirse era pensar y poner en práctica algún nuevo proyecto aunque solo él creyese que era posible. Un día creyó que su casa podía ser el centro de un gran movimiento de jóvenes de distintos países por una Europa nueva y cordial, y allí le conocimos y pasamos horas hablando de educación, de ideales, de sueños, de actividades, y poniendo las bases de nuestros futuros campamentos internacionales.
Luego seguimos volviendo muchos años a su casa en la Castaniccia y allí siempre encontramos un nuevo plan de Jean Paul, a veces aparentemente disparatado pero siempre finalmente divertido. Mientras estábamos a su lado íbamos aprendiendo sin querer muchas cosas que el sabía: sobre el castaño, las abejas y la miel, la charcutería, las plantas silvestres, el oficio del cantero, la historia de Córcega, la agricultura ecológica y a cantar, a cantar en corso.
Hoy nos ha dejado este gran anfitrión, gran amigo de sus amigos, druida, visionario obstinado, amante de la libertad sobre todas las cosas, sabio de veras y tío adoptivo.
Addiu Jean Paul, amicu tantu amatu,
Nel separar di tè senza ritornu,
O chi dulor nell´alma scunsulata.
Te vamos a echar mucho de menos: muchísimo.
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