Como sabemos, el sol omnipresente en Egipto fue deificado, adorado y amado por su pueblo bajo distintos nombres y personalidades. Para dar testimonio de su ciclo diario alrededor del cielo y bajo las profundidades tras el horizonte de poniente, los poetas inventaron leyendas que devolviesen la confianza en el retorno solar cada mañana.


Khepri, el escarabajo, era la representación del sol naciente. A él le correspondía empujar la inmensa bola de fuego igual que el escarabajo pelotero empuja la bola de su alimento, siendo así portador de vida. El todopoderoso sol de mediodía era Ra, y Atum, o Amón, el cansado astro que se retira al más allá después de un esfuerzo titánico.


El sol que navegaba por el cielo en su barco Mandjet trasbordaba entonces para subir en Mesketet, el barco de la noche y era entonces tragado por Nut, el cielo, iniciando un peligroso viaje a través del mundo oscuro de la Duat, para el que necesitaba verse acompañado.


Los ya conocidos Shu, Tefnut, Geb, Isis, Horus o Maat eran algunos de sus acompañantes. El momento más dramático de cada noche es el ataque de la enorme serpiente Apofis y es entonces cuando se establece un duro combate: solo Seth resiste la mirada hipnotizante del ojo de Apofis y puede atravesarla con su lanza de hierro, pero otras noches son los demás tripulantes, o el mismo Atum, quienes tendrán que deshacerse de la bestia para permitir que el sol vuelva a nacer una mañana más.


*Fuente: Joyce Tyldesley: Mitos y leyendas del Egipto antiguo y webs.


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